Carlos Ariel de León
* La formación es un proceso largo y la persona no se ordena sacerdote de la noche a la mañana
* Los talleres de psicoeducación permiten dar una mirada más amplia y que las dudas puedan ser respondidas.
* Jóvenes seminaristas con el acompañamiento psicológico pueden alcanzar la madurez humana

Soy Carlos Ariel De León, magister en psicología clínica y psicoterapeuta, pertenezco al Seminario Mayor San José de Panamá y presto mis servicios desde el 2017, con este año serían 6 años brindando el acompañamiento psicológico a los seminaristas para fortalecer la dimensión humana mediante la atención individual, talleres y psicoeducación.

Al formar parte de los psicólogos del OSLAM he podido conocer la realidad que viven otros seminarios de la región a través de los encuentros que han surgido. Mi primera experiencia en la formación fue en el año 2019, curso – taller que se realizó en Bogotá en conjunto con el CELAM. Este grupo fue numeroso donde participamos alrededor de 50 psicólogos y psiquiatras para compartir la vida dentro de los seminarios de la Latinoamérica, en esta ocasión nos dictó el taller el Padre Sotero Domínguez Gómez, excelente expositor. Recuerdo que en este espacio fortalecimos algunos criterios para la evaluación, la sexualidad y afectividad, retos que como profesionales de la salud mental nos encontramos para brindar un mejor acompañamiento a los seminaristas y al clero. Este grupo ha permanecido en constaste comunicación y durante la pandemia tuvimos encuentros virtuales para formadores y psicólogos. Los que participamos en el encuentro del 2019 anhelamos que pronto tengamos otros encuentros similares para intercambiar experiencias y conocimientos para poner nuestra profesión al servicio de la iglesia.

Los jóvenes que acuden al llamado vocacional tienen un gran deseo de entregar su vida a Cristo en el ministerio sacerdotal; al iniciar su proceso tienen muchas expectativas acerca de la vida comunitaria, la oración y en lo académico, pero se encuentra que la realidad es otra a lo que habían pensado. La formación es un proceso largo y la persona no se ordena sacerdote de la noche a la mañana, sino que con la ayuda de la oración podrá aclarar su vocación. Ahora bien, estas expectativas cuando no se cumplen a cabalidad porque la realidad es otra, afloran las carencias humanas a nivel personal y relacional, afectando su desempeño en la formación, mostrando desánimo, desorganización, baja tolerancia a la frustración a causa de los obstáculos que se presentan, ansiedad, estrés, estados depresivos, además de comenzar a tener quejas somáticas y es allí donde la psicología puede jugar un papel importante para trabajar las alteraciones comportamentales, emocionales y cognitivas del seminaristas, y que se ajuste a la realidad. De mi parte he buscado especializarme en varios tipos de psicoterapias basadas en evidencias a través de métodos científicos para brindar un mejor acompañamiento.

En la formación a los futuros sacerdotes los retos pueden ser: lograr tener un ambiente armónico en la comunidad, que sean capaces de hablar con sinceridad y total honestidad sobre sus conflictos personales sin temor al qué dirán o de los juicios que puedan recibir, reconocer que somos ser humanos con debilidades, defectos y limitaciones, camino necesario para el crecimiento personal y así trabajar los puntos débiles. Como grupo, se pueda lograr la cohesión grupal, alcancen la madurez, vivan una verdadera fraternidad, desarrollen el sentido de pertenencia y el respeto.
Dentro de los logros puedo mencionar que algunos de los que ya son sacerdotes han mostrado su aprecio y gratitud por el apoyo que han recibido en las atenciones individuales, reconociendo que el acompañamiento psicológico les ha ayudado en sus momentos difíciles o de crisis y que una vez trabajado y superado puedan seguir con su discernimiento vocacional con una entrega más plena. Esto gratifica en el trabajo porque se van rompiendo barreras que antes se podían tener entre la psicología y la fe.

Considero que los talleres de psicoeducación permiten dar una mirada más amplia y que sus dudas puedan ser respondidas, los jóvenes aprenden de la vivencia de otros y eso les hace ser una comunidad educativa en formación continua con temas actuales de la psicología y a la vez conservando la sana doctrina de la iglesia.
Durante estos años en el seminario hemos trabajado junto con los formadores de manera sistemática y en sinergia para desarrollar las competencias necesarias de los seminaristas, conocer a cada uno de los jóvenes mediante las entrevistas, batería de pruebas acorde a la actualidad y las necesidades que se presentan en las etapas de formación, con la finalidad que el seminarista que salga ordenado pueda ejercer su ministerio a plenitud.
Como sabemos la psicología no lo puede abarcar todo y sería pretencioso decir que puede hacerlo. Hay muchos tabúes que existen en torno a la salud mental y que dentro de la iglesia también se mantienen. La psicología es una ayuda al seminarista para aclarar su discernimiento vocacional, no es un obstáculo como muchos suelen pensar. Jóvenes seminaristas con el acompañamiento psicológico pueden alcanzar la madurez humana, intelectual y mental, teniendo recursos o herramientas para afrontar con conductas funcionales a la vida con todos sus obstáculos y con buena actitud.
Con el acompañamiento con el profesional de la salud mental pueden resolver sus conflictos internos, posibles heridas o traumas que en algún momento de su vida pudieron tener y abordados terapéuticamente puedan superarlos para tener una vida más plena y servir mejor en su pastoral o ministerio. Sean transparente, honestos y sinceros, eviten las máscaras, porque el llamado al cual ustedes están acudiendo debe hacerse de cara al Señor. La psicología y la espiritualidad les ayudará a tener una recta intención y alcanzar la madurez psíquica, tengan siempre oración y acompañamiento.

Es necesaria la preparación de los formadores, ya que deben ser conocedores de la conducta humana para dar al seminarista un acompañamiento adecuado, entiendo las debilidades y fortalezas que poseen, sin entrar en terapia psicológicas ya que estas son competencias de profesional de la salud mental como personal idóneo para realizarlas. Los formadores deben estar alerta a los errores de discernimiento vocacional que luego de la ordenación traerá situaciones desagradables que podemos evitar desde la casa de formación y con los psicólogos se pueda tener una mirada en conjunto. Es importante que los formadores tengan el acercamiento con los jóvenes, que les ayuden, les orienten y los animen a ser coherentes con la opción de vida que desean tomar en respuesta al llamado vocacional. Los formadores deben tener sensibilidad y amabilidad, deben ser lideres que inspiren a otros a seguir el camino del Señor y no piedra de tropiezo.
Quiero alentar a mis colegas a que sigan realizando la bella labor que hacemos dentro de los seminarios, muchos de nosotros vamos tocando la vida del seminarista, transformándola y reparando corazones. A los seminaristas, formadores y colegas quiero decirles que, aquí en Panamá tiene un hermano dispuesto a serviles, compartir experiencias que nos enriquezcan mutuamente en beneficio de nuestra Iglesia.





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